¡Bienvenidos a VASODIVETRO!
Permítanme contarles cómo empezó todo.
Mi papá es mecánico en refrigeración familiar y comercial. Ya cumplió los 80 años y, hasta el día de hoy, se dedica a la refrigeración, aunque, durante diversas crisis económicas, tuvo que explorar otras profesiones para paliar la situación. Sin embargo, su taller siempre ha estado ahí, y aún sigue trabajando con una increíble salud y vitalidad.
Recuerdo que cuando era chico, tendría unos 6 o 7 años, me sorprendió una de sus siestas en Corrientes, esas tan calurosas que parecen durar horas. En medio de ese calor, mi papá me llamó y me mostró algo. Era uno de esos momentos en los que, en su taller, entre herramientas y máquinas, se dejaba llevar por su curiosidad y creatividad. Tomó una botella de sidra, y la colocó sobre la mesa. Agarró el soplete que usaba para soldar los caños de cobre de los motores de heladeras y acondicionadores de aire.
Con concentración, calentó un hierro, sostenido con una pinza, hasta que comenzó a brillar al rojo vivo. Luego, tomó la pinza con el hierro caliente y lo sumergió en la botella de vidrio, que estaba llena de aceite de motor hasta unos 12 centímetros de altura. De repente, la botella hizo un ruido peculiar, como si estuviera reaccionando a algo. La botella quedó marcada justo donde el aceite alcanzaba, y yo no entendía qué había sucedido. Mi papá, con su habitual seriedad, retiró lentamente el hierro, como si estuviera realizando una operación quirúrgica.
Mi sorpresa se convirtió rápidamente en admiración, porque al retirar el hierro y la parte de arriba con el pico, lo que encontré en la botella, no era aceite. ¡Parecía Coca-Cola! Había entendido que era un vaso. Mi mente de niño se llenó de asombro al ver aquello. Pero más allá del asombro, lo que mi papá acababa de hacer era redefinir por completo lo que entendía por «extraordinario».
Mi papá no dijo una sola palabra. No necesitaba explicarme nada, porque, con su acción, me transmitió una lección que llevaría conmigo muchos años más tarde, cuando comenzara mi propio camino como emprendedor. Él había transformado algo tan común y desechado como una botella de vidrio en un vaso único, algo que no encontrarías en ninguna tienda o bazar de Corrientes.
Lo miré, fascinado por el objeto que acababa de crear, y por un momento me sentí el niño más afortunado del mundo. Pero, para mi sorpresa, mi papá, con una sonrisa en el rostro, tomó ese vaso tan único y lo tiró al patio, sin saber lo profundamente que me había impactado su gesto. En ese instante, supe que ese vaso podría haber sido solo el comienzo. Si lo hubiera conservado, podríamos haber repetido ese proceso con cientos de botellas más, creando algo valioso de lo que normalmente se desecha.
Y aquí está la reflexión. Mucha gente no valora lo que realmente tiene valor, como el simple hecho de transformar algo sin importancia en algo invaluable. Y es precisamente para eso que existe VASODIVETRO: para redefinir lo extraordinario, para hacer de lo cotidiano algo único y lleno de significado. Porque en la capacidad de transformar lo que parecía desechado, encontramos lo verdaderamente valioso.
Recuerdo perfectamente cómo, muchos años después de aquella experiencia con mi papá, me di cuenta de que aquella historia había cobrado vida cuando comencé a pensar en convertirme en emprendedor. Desde pequeño, siempre había soñado con ser mi propio jefe. Sin embargo, hasta el día de hoy, sigo trabajando bajo dependencia. A pesar de eso, mi familia y yo hemos logrado avanzar con un emprendimiento que ya está tomando forma: una empresa dedicada a la reutilización de botellas de vidrio.
Mi deseo de emprender comenzó cuando empecé a buscar ideas en internet. Fue ahí cuando me encontré con la historia de Oscar, un chileno que se hizo millonario fabricando vasos únicos a partir de botellas de vidrio. Su historia me impactó profundamente. Comenzó como un proyecto para un trabajo grupal en la universidad, en la carrera de economía. En ese entonces, todos se rieron de él, comenzando por su profesor y compañeros. Sin embargo, Oscar no se detuvo ante los obstáculos, y terminó consolidando su proyecto, convirtiéndose en un empresario exitoso.
Al enterarme de esta historia, no pude evitar recordar lo que había vivido cuando era niño, esa experiencia con mi papá en su taller en Corrientes. Pero, en ese momento, lo dejé allí, guardado en un rincón de mi mente.
Un día, mi esposa estaba hablando con una amiga sobre emprendimientos y la importancia de dar ese paso. Fue entonces cuando la amiga le dijo: «Ahí tienes Instagram, ¿por qué no ofreces algo y lo viralizas? Un producto o servicio». Al escuchar esto, algo hizo clic en mi mente. Mi primera idea fue hacer chacinados caseros y artesanales. Pero mi esposa rápidamente me dijo que eso era una locura, sobre todo porque no quería volver a involucrarse en el negocio de los alimentos, especialmente después de una mala experiencia que habíamos tenido con productos perecederos.
Fue en ese momento cuando, como por arte de magia, el recuerdo de la historia de Oscar el chileno volvió a mi mente y se conectó con la vivencia de mi papá en su taller. Y entonces, tomé una decisión. Le dije a mi esposa: «Voy a hacer vasos de botellas de vidrio». Al principio, ella lo tomó como una conversación más de esa tarde, pero yo estaba seguro de que lo haría.
Para confirmar mi decisión, me levanté de inmediato para salir a hacer unas compras. Justo en ese momento, alguien golpeó la puerta de mi casa. Al abrir, era un hombre que vendía vasos hechos de botellas de vidrio cortadas. Fue la única vez en mi vida que alguien me ofreció algo similar, ni antes ni después. En ese preciso momento, entendí que debía emprender de inmediato.
Hace ya unos 7 años de esta decisión, viviendo aquí en La Plata, Buenos Aires, junto a mi amada familia compuesta por mi esposa y tres hijos, decidimos emprender un camino hacia la creatividad y la reutilización responsable. Así nació VASODIVETRO, una iniciativa que busca dar una nueva vida a las botellas de vidrio.
Empezamos a notar la gran cantidad de botellas de vidrio en las calles de la ciudad que se desechan y que van a parar a un vertedero sin reciclar. En lugar de quedarnos de brazos cruzados, decidimos darle una oportunidad a estas botellas y convertirlas en algo útil y hermoso: vasos de vidrio personalizados.
Comenzamos reuniendo botellas de vidrio de la calle, comprándolas a depósitos locales y en la actualidad a personas que juntan botellas y también cartón para realizar las cajas de nuestros productos. Con mucho esfuerzo, toda la familia se involucró en el proceso, lijando a mano cada vaso de botella cortada y dándole un toque especial. Fue un trabajo arduo, pero cada vaso que salía de nuestras manos llevaba un pedacito de nuestro esfuerzo y cariño.
Un día, llevé uno de nuestros vasos a mi trabajo en un call center, sin imaginar lo que estaba a punto de suceder. Una compañera, queriendo apoyarme, le puso un papel con el precio y el bendito vaso comenzó a recorrer los box de mis compañeros uno por uno. La respuesta fue asombrosa: más de 30 o 40 pedidos llegaron a mis manos en el transcurso de esa jornada laboral. Fue entonces cuando supimos que estábamos en algo especial.
Con esa motivación, dedicamos aún más tiempo y amor a nuestro emprendimiento. Cada vaso de vidrio reciclado que fabricamos lleva consigo un mensaje claro: el reciclaje puede ser creativo, ecológico y significativo. Nuestro objetivo es fomentar el reciclaje en Argentina, destacando la importancia de reducir nuestra huella ambiental y crear productos únicos y sostenibles.
Mi nombre es Hernán Ferreyra y soy el propietario de este apasionante proyecto.
Cel: 0221 620 9496
- 99 N°477 e/ 4 y 5 Villa Elvira. C.P. 1.900 La Plata, Provincia de Bs. As. Argentina.
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